Victor de La Hoz en facebook

domingo, 26 de septiembre de 2010

VIOLETAS

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Especial para quien quiere volar!!! 


Entre violetas y sueños, vivía un ser encantado de miedo y sonrojo. Era un hada, que no tenía alas, solo ilusiones colgadas cual listón de seda que cae de su cabello. Los colores adornaban la palidez de su rostro, pues muchas lunas habían pasado en desvelo, buscando la manera de emprender su travesía por el cielo. En el centro de su pecho, habitaba el hueco, el péndulo de su magia, que podía llenar a su antojo: Un hueco que era naranja, que era azul... Que Era... lo que quería ser, en cualquier momento, pero la magia no funcionaba tan espléndida cuando amar quería soñar.

Por las noches salía a recoger migajas de luna y las acomodaba en las puntas de sus cabellos, luego comía pétalos de violetas, y en sus ojos se acomodaba el cielo. Caminaba, no podía hacer más que caminar, entre noches con eco de búho, y árboles de sueños rotos, paraísos de "un día será". Más "ese día" se escondía de todos los soles, y nunca veía despertar. 

Cierta vez, cansada de lunas, y violetas, transitaba en línea recta hacia la nada, cortaba arbustos, ramas de la vida, que se decía "ya nunca será". Caminaba, y era naranja, y era azul, y era, todo aquello que el duende vio en ella. Parado como quien custodia un tesoro, escondido entre ramas estaba El, no tenia color, ni se preocupaba por tenerlo. Era un duende, motivado en descubrir el secreto del aire, que pasaba la entereza de los días, investigando cuanta ala se encontraba el misterio de volar.

Por eso cuando vio aquella hada sin alas, sintió por ella compasión, pero al verla ensimismada y enigmática, sin llamarla se acercó; Le extendió una sonrisa y le dio a beber de su mano. La invito a vagar por el bosque, y juntos, sin hablar caminaban y bailaban... Ella buscaba, el también, pero ninguno sabía lo que el otro añoraba, y sin hablarse bailaban... Y cada uno en su interior imaginaba que volaba.

El se detuvo cuando en su hombro sintió el rocío del llanto disimulado de la hada.

No dijo mas... volvió a extender su mano, y sin alardes la miró y el hilo de su voz creció entre las notas de su canción imaginaria: aprieta fuerte mi mano y encontrarás tu mayor ilusión. Ella, le tomó, apretó con todas la ganas de ser, y su rubor se extendió por todo el cuerpo cuando en su mano se posó un corazón. El duende, se dio cuenta de aquello y temió. De su mano transparente brotaron dudas, temores y adquirió color... Ahora podrían verlo. Y, sería nulificada la posibilidad de encontrar su misión. De inmediato, rogando disimulo, le advirtió, debes cuidarlo muy bien, y que nadie lo vea, no te acerques a mi, cuando en el bosque estruende la fiesta. Vete.

Ella, no tuvo tiempo de saber si comprendía aquella petición, simplemente corrió y al irse olvidó el corazón. El duende, consiente de aquel despiste, lo tomó y entre las copas de un árbol lo guardó. Y a casa se fue sin remordimientos ni complicación.

Ella... se dedicó a buscar al duende, entre las malezas de su imaginación, añoraba tener, de nuevo, ese corazón, de ver sus mil colores, y sentir el vértigo de la ilusión. No la tumbó tristeza, ni melancolía, segura y con costales de esperanzas transitaba la ventura de los días.

El duende después de muchas lunas, al fin comprendió que solo en la multiplicidad del color podría accionar su misión. Sabía que la única manera de volver a ser, aquello, era devolviéndole a la hada lo que de ella poseía. Corrió por el bosque, ocultado de soles y lunas. Llegar al lugar donde le había ocultado, era ya su única misión. Pero, buscó y buscó y solo nadas tomaba de entre las capos de árboles, donde buscó... arrancaba flores, desesperado y daba suspiros, indagando, y su naturaleza de investigador lo sumió entre el remolino y la desesperación... y solo nadas descubrió. 

Tan bien lo había ocultado para que nadie lo descubriera que cuando quiso tenerlo de nuevo ya no lo encontró, Sin embargo, en aquella noche de estrepitosa luz, el alma de los árboles milenarios, testigos de aquel mágico hecho, se compadecieron ante la misión del duende y le mostraron de nuevo el camino, hacia su misión, hacia su destino, encontrar el corazón de su Hada.
La felicidad en su rostro fue tan infinita, que toda la magia que yacía en su espíritu brotó del tal forma, que fue capaz por fin de manejar la verdadera alquimia de su espíritu, Cuando al fin ambos estuvieron frente a frente con el corazón en el centro de sus manos, solamente el amor se apodero del entorno, y la verdadera magia esencial vibro sus cuerpos, al hada le salieron sus alas, y el duende fue feliz de su vuelo.